La Habana, Octubre 15, 1999
Su Excelencia:
Respetuosamente le saludo y le expreso mi admiración a usted y a su gente. Me uno en la celebración del décimo aniversario de la Revolución de Terciopelo en la que su país llegó a ser libre de la yunta comunista por una revolución pacífica
El ejemplo de Checoslovaquia ha dejado una impresión profunda en muchos Cubanos quienes desean una transición pacífica hacia la democracia y libertad. Cuando camino por las calles de mi vecindario adonde hay negocios pequeños los cuales no pueden crecer debido a impuestos altos y las leyes arbitrarias dictadas por el gobierno de Castro, me acuerdo de Usted y de los días que usted vivió en su país antes de 1989. Muchas personas están abandonando la práctica de mentiras para demonstrar su inconformidad con injusticia de un régimen totalitario.
Pero lo que me hace acordar de la Checoslovaquia comunista es de los tiempos que pasamos en prisión, por haber ejercitado nuestra libertad de expresión. Dentro de estas prisiones sufrimos abuso físico, el tormento y humillación. Cuando veo las caras de quienes hacen estos hechos, me acuerdo que la policía política Soviética y Checoslovaquia los entrenaron.
Hoy hay muchos presos de conciencia en Cuba. Varias organizaciones humanitarias y políticas han decidido organizar una marcha pacífica el diez de noviembre para demandar libertad para presos políticos y la revocación de todas las leyes que violan derechos humanos.
Solicitamos su apoyo, y juntos con todos los hombres y mujeres que estan encomendados a todos las causas justas y de filántropo, nos unimos en una campaña internacional para lograr los objetivos de esta marcha para los derechos humanos de Cuba.
Un grupo de disidentes están estudiando el pensamiento no violente de Ghandi y el suyo también, porque queremos una transición civilizada y pacífica en nuestro país. Estamos dispuestos a sufrir como Jan Palach a favor de la dignidad y libertad para darle luz a la Tercera República, una que está basada en el respeto a derechos humanos.
Tendremos éxito porque mantenemos en nuestros corazones las palabras del Rey Solomon:
“Fíese de Dios en todo y con todo el corazón y no dependa de su prudencia. Reconózcalo en todos sus esfuerzos y El pondrá derecho sus caminos, no consideren sus propias opiniones sabias, teman de Dios y eviten mal y será medicina para sus cuerpos y alimento para sus huesos.”
Le doy gracias a Dios por hombres como Usted, Señor Presidente, defensor de libertad y dignidad.
Que Dios lo bendiga.
Atentamente,
Doctor Oscar Elias Biscet